Esta pregunta que pulula permanentemente en la mente de los chicos de fin de milenio y que responde a un imaginario social en crisis, a un imaginario que se retira cada vez más al conformismo, se ha convertido en el ``dedo acusador" que con una fuerza inusitada señala una tras otra las tareas del docente en el aula.
``¿Y a mi qué me interesa? ¿para qué me sirve lo que me dice? ¿qué me importa?…total me tiene que aprobar igual" Éstas son sólo algunas de las comunes inquisiciones a las que, los alumnos, exponen a los maestros día a día. El cuestionamiento no sería tan perverso si pudiese vincularse a una exigencia de crítica y reflexión sobre el contenido y forma de lo que se enseña, pero lejos de estar relacionado a ello, el ``cuestionar por cuestionar" se traduce en una especie de poder mediante el cual niños de 7 a 14 años ponen en vilo la identidad de personas de más de 25.
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