Sin intentar polemizar en relación a la supremacía -o no- de la cultura de la imagen por encima –o debajo- de la cultura del libro y la lectura, consideramos importante insistir en relación a la primera debido a la incidencia que esta ejerce en nuestras vidas y, principalmente, por el hecho de que mucho del aprendizaje de niños y jóvenes está asociado a su experiencia como usuarios de medios y como telespectadores. Por ello, es necesario pensar en asumir y diseñar estrategias que permitan aprender y enseñar a través, por, con y para la comunicación y los medios a partir del reconocimiento de la trascendencia que ambos tienen en nuestras vidas. Pues, utilizar los medios en el aula, sirve para incentivar e involucrar al niño en un diálogo sobre lo que le gusta, lo que le da placer, lo entretiene, lo forma y lo lleva en la mente. Es una manera de formar ciudadanos activos, críticos y creativos frente a la oferta mediática. Este es el único camino democrático, porque lo otro, sería establecer controles y restricciones que tarde o temprano degeneran en formas de censura y por ende del ejercicio antidemocrático. (Checa,1997:1) Compartimos asimismo los postulados ofrecidos a través del Libro Blanco: La educación en el entorno audiovisual (Nov. 2003) “Tiene que ser posible conseguir que los valores de la industria y del mercado audiovisual no contraigan los valores del civismo y de la sociedad democrática (…) la tarea debe comenzar por una responsabilidad compartida, fruto del diálogo entre las partes implicadas: la industria, los operadores, las administraciones, los educadores y las familias (…) también es urgente que el debate sobre los medios de comunicación, en lo relativo a educación, tenga una dimensión pública, política y social, que hasta ahora no ha logrado” (CAC, 2003, 2-3)
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