La tesis de este artículo es sencilla: los conocimientos proceden de la práctica: no hay aprendizajes efectivos sin experiencias directas. La escuela, más en unos niveles que en otros, sólo ofrece la experiencia de sí misma. Una escuela capaz de generar conocimiento, actitudes y destrezas debe ser, ineludiblemente, una articulación minuciosa de experiencia y reflexión, de práctica y teoría, de pensamiento y de acción. Para ello precisa de un medio social capaz de ofrecer áreas de experiencias que generan una formación básica que las materias esclares por sí solas no alcanzan ya a producir hoy, en un contexto de crisis económica y de valores.