Por Leonardo Moledo en Pagina/12
Quienes vayan a ver Yo, robot, una película vagamente basada en la novela ídem de Isaac Asimov, a la vez zonza y genial como toda su obra, presenciarán un asesinato robótico (esto es, cometido por un robot) en flagrante violación de las leyes de la robótica, que prohíben a un robot dañar a un ser humano. La verdad es que uno no puede sorprenderse demasiado.
Si ya los dioses griegos cometían crímenes cuando se les antojaba (para no hablar de los horrendos crímenes más políticos e institucionales del dios judeocristiano), ¿por qué no habrían de cometer crímenes los robots, esa especie de dioses tecnológicos, fabricados, como aquéllos, por la inventiva humana y por lo tanto no exentos de caprichos y exabruptos, tetrabruptos y monobruptos?
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