IMPERDONABLE INDIFERENCIA "Ser es ser percibido" George Berkeley Por Luis Buero Mis amigas me cuentan que cada dos por tres les pasa lo mismo. Mi psicóloga me da ejemplos parecidos que le transmiten sus desconcertados pacientes. A mí también me ha ocurrido. Lo cierto es que salís con alguien tres o cuatro veces, todo parece perfecto, abundan expresiones de afecto y elogio y de golpe la otra persona dice " te llamo" y no llama más. Y es inútil mandarle e-mails o tratar de ubicarla; uno sabe que está perfectamente bien sólo que se ha querido borrar de nuestras vidas sin dar explicaciones. Lo mismo sucede con compañeros de estudio, integrantes de grupos de terapia, novios, amantes desde hace seis meses o tres años, que de golpe, como en el chiste, salen a comprar cigarrillos y no vuelven más. Entonces el que se queda plantado con la flor en una mano y el silencio en la otra comienza dramáticamente a preguntarse, sea hombre o mujer: ¿me apresuré a tener sexo? ¿hice mal en criticarle esa actitud de la madre? ¿el problema será mi edad, mi pelo, este grano, que soy de Racing, que tengo un gato? Y así corremos a nuestros respectivos terapeutas, que ante nuestra angustia recurrente tratan de ponerle conceptos a lo innombrable, porque: ¿cómo podemos saber qué cuernos le pasó al candidato o a la amante fugitiva si no nos ha dado la razón de su huida sin retorno? ¿Por qué desaparecen sin cerrar la puerta, dejando ese interrogante que lucha por ser afirmación en el viejo axioma que asegura que no comunicar es imposible?. En síntesis, el famoso "a buen entendedor pocas palabras bastan", que encierra esa reticencia port-moderna a dar la cara para confesar lo que nos pasa y lo que debemos hacerle saber a los demás. Desconozco cuáles son las motivaciones psicológicas de este comportamiento, pero de lo que estoy seguro es de que actúan así porque provocar desilusión, incertidumbre, pena y sensación de abandono, en los demás, no está penado por la ley. Se me ocurre una idea absurda y es que ante la actitud nada educada de estos "abandónicos de la explicación atenta", podríamos iniciarles una demanda por insanía, tratando de probar que les falta un fósforo en la caja. 0bviamente que perderíamos el juicio porque en nuestro país para que te declaren loco tenés que creerte Napoleón y andar por la calle con un birrete gritando "¡Viva Francia!". Pero, ¿qué diría el presidente de esa empresa americana de teléfonos celulares si supiera que a su prometedora empleada de "back office" le están tratando de probar jurídicamente que está chapita?¿Y qué pensaría el dueño del gimnasio si se entera que a su musculoso y seductor profesor de aeróbics lo están sometiendo a pericias psiquiátricas por órden de un juez? Pero la verdad, pensándolo bien, no vale la pena el esfuerzo. Mejor dejarlos que se encuentren con algún semejante como castigo, y así aprendan que la palabra es lo primero y lo último que nos diferencia de los animales. Con perdón de los animales. (c) Luis Buero
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