(Buenos Aires) Marcela Díaz
El diseñar es una práctica que carece de autonomía, que no tiene objetivos propios -dice el autor- , por lo tanto es imposible que pueda tener una lista de principios éticos que indique cuáles trabajos merecen la aprobación y cuáles no, según sus fines sociales.
Hace más de cien años que se vienen diseñando objetos y, si los criterios éticos comunes no aparecen, no es por falta de voluntad sino por el carácter dependiente de la tarea. El diseñador no diseña lo que quiere sino lo que le encargan, sigue diciendo el autor.
El libro de Raúl Belluccia, profesor titular de la materia Diseño Gráfico, en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y Director del Proyecto Final de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán, es la réplica a una serie de ilusiones y falsas creencias que suelen alentarse en las escuelas de diseño y que constituyen una mitilogía muy arraigada en ciertos ambientes universitarios.
Entre ellas, la idea de que, a la hora de diseñar, la innovación y la creatividad en sí mismas son los valores más apreciados, o que el diseñador puede decidir libremente la orientación del mensaje, ajeno a la necesidad de su comitente, o que el diseño tiene fines sociale propios. Por inocentes que parezcan, estas ilusiones son perjudiciales: están alejadas del oficio real diseñar, entorpecen la práctica y distorsionan la enseñanza.
Así, el autor desmitifica ciertas creencias relacionadas con el diseño, como por ejemplo cita como "ilusión": "El diseño es un concepto tan amplio que nopuede encasillarse en una sola definición: por el contrario, la diversidad de definiciones expresa su riqueza y sus múltiples posibilidades". El desengaño es: "El diseño es el nombre de un oficio o especialidad cuyo fin consiste en definir, antes de su elaboración, las características finales de un producto para que cumpla con unos objetivos determinados".
(c) Marcela Díaz |
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